domingo, 18 de diciembre de 2011

Ajedrez en los USA (2)

Mis experiencias ajedrecísticas aquí me han permitido constatar muchas de las cosas que he dicho en la entrada anterior. Aunque me voy a repetir, las voy a contar a modo de recopilación.

Como ya relaté en otra entrada, mi primera partida fue en Central Park, en el mítico Quiosco del Ajedrez. Era agosto, por la mañana, y no había casi gente. Gané, sin reloj, una India de Rey truquera pero brillante, a un afroamericano que se quedó bastante impresionado. El no entendió lo importante que era esa partida para mí. A la semana siguiente, jugué en en Bryant Park, donde jugue unas rapidas a cinco minutos, sin apostar: una Veresov, un ataque indio de rey, una Pirc y una Winawer. Gané todas porque la oposición que tenía no era demasiado fuerte. No fui a jugar a Washington Square, que es el sitio más citado en la novela de Waitzquin, aunque una amiga sí que me llevó a una calle en la zona del Village, donde están las dos librerías especializadas en ajedrez que hay en Manhattan. Funcionan más como escuelas que como librerías. Están abiertas siempre, (24/7) como dicen aquí, y alquilan los relojes, los juegos y sobre todo, el sitio con calefacción a los jugadores y a los homeless que tienen que refugiarse del terrible frío de las noches.

En la costa oeste, me apunté a un torneo de largas en la ciudad donde he vivido. Como no hay relojes digitales se juega a 90 minutos/30 jugadas y 30 minutos finish. Las rondas eran los viernes por la noche y me tocó federarme en la USCF, que actúa de manera independiente de la FIDE, con su propio elo. Obviamente, el suizo se hacía a mano y no hay nada parecido a ChessResults o cosas así. Había uno o dos jugadores de mi nivel, que se pidieron byes y no pudieron alcanzarme, así que quedé campeón con 6,5 de 7 y gané 150 dólares, que al descontar la inscripción y el coste de federarme, no dieron para mucho, ya que Berkeley es una ciudad bastante cara.

También Fui a un torneo de semirrápidas a San Francisco, al histórico Mechanics Club, que visitaron Zukerkort o Capablanca. Koltanowsky logró su célebre record de simultáneas a la ciega en esos elegantes salones recubiertos de madera y de recuerdos. Se jugaba a lo largo de todo un sábado, 5 rondas de 45 minutos. De nuevo, cada jugador llevaba sus piezas y su reloj, lo que me confundió un poco. Jugué todas las partidas contra niños de origen oriental o hindú. Salvó la que perdí, tuve todas las demás casi ganadas, pero, como me suele ocurrir, cedí 2 tablas en los apuros de tiempo, contra esos diablillos que aunque sabían menos aperturas que yo, se apañaban mejor cuando había que jugar rápido. Como ya conté en otra entrada, un día pude ver en una plaza en Chinatown, muchas partidas (con apuestas de por medio) de ajedrez chino. Aunque no entendía las normas, pude percibir la misma emoción que en nuestra versión del juego.

Una de las noches que andaba despidiéndome de Berkeley, jugué unas rápidas con reloj en un bar, atestado de estudiantes, contra un blanco llamado Solomon, al que gané 3-1. Me hablaba de lo que le gustaría poder jugar torneos en Europa. En mi viaje de vuelta, en Denver, en la 16th street, vi a unos tipos jugando sin reloj en dos tableros. Me llamó la atención que jugaran en la calle, con el frío que hace en Denver en diciembre. Para hacer tiempo hasta que saliera el tren, pedí entrar y gané bastante fácil varias partidas a un tipo llamado Burt que insistía en jugar con negras: 1.e4 e5 2. Cf3 d6. 3. d4 Ag4. Cuando le dije que iba a Chicago me dijo que un “maestro” como yo, debía jugar en allí, donde había más partidas que en Denver . Ya os contaré como me va en la ciudad del viento.

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